No correré tras el viento para huir de mi pasado, no correré tras el viento que me lleva a un
futuro incierto, no correré tras el
viento que me aleja de mi presente.
Porque correr tras el viento es correr más veloz
que el yo interno, es correr para no enfrentarse al dolor del ayer, al
fracaso no resuelto.
Es correr más veloz que la vida misma para no luchar por temor al sentimiento de
culpa, al fracaso, al yo que juzga
severamente...
Es convertirse en prisionero
del pasado o de un sueño de un futuro incierto. Meditaré, me detendré, haré
conciencia de que mi ser necesita
descanso. Valoraré mis logros y perdonaré mis errores, dejaré correr con perdón y aceptación las experiencias de
fracaso y dolor de mi ayer. Ya no correré tras el viento, sino que viviré mi hoy en paz.
Miraré como las hojas caen, sentiré la brisa acariciando mi
rostro y me sostendré en Dios con seguridad y firmeza; Él me sostendrá en las ráfagas de las luchas imprevistas de cada día.
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